lunes, 8 de mayo de 2017

Historias Paralelas

Sensaciones que estaban guardadas, pero no olvidadas. Recuerdo que la tarde en que el equipo de Daniele visitó a Chicago en Mataderos, salimos muy temprano, era "el" partido. Obviamente el arribo al estadio fue antes de que abrieran, tranquilos y en la puerta, poco a poco nos comía la ansiedad de establecernos en nuestra cabina y armar todo, para que nada quedara librado al azar. Unos cien metros de cable, esos que en nuestros jóvenes años estábamos acostumbrados a tirar en todas y cada una de las canchas que visitábamos, era el ejercicio previo al relato como para que a la hora del micrófono ya estuviéramos con la adrenalina a tope. Y por si algún desprevenido no sabe, en 1990 no había celulares (solo los conocíamos por las películas policiales americanas) y para poder transmitir un partido, era imperioso concurrir en la semana previa al cotejo y golpear las manos casa por casa hasta que algún alma comprensiva nos alquilara su línea telefónica que trasladábamos con esos cincuenta, cien o a veces hasta trescientos metros de cable hasta la cabina.
Esto significaba, para que los más jóvenes entiendan, que conseguir esa línea era meterse literalmente en la boca del lobo, o sea Mataderos, Villa Maipú o el Parque San Martín, por ejemplo, y blanquear deliberadamente nuestra condición de "radio que transmitía la campaña del Deportivo Morón".
Pero, poniendo la mejor cara de buenudos, alguna señora mayor o algún  vecino comerciante nos prestaba su línea a cambio de un dinero que fluctuaba de acuerdo a la zona, necesidades y altura del campeonato. No obstante pocas veces ese monto superaba lo que era el valor de una factura telefónica.
Aclarado este punto no menor; y con, como mínimo, dos visitas previas al territorio enemigo para negociar estos menesteres, uno ya se sentía más seguro en parajes ajenos  y hostiles a los colores que amábamos. Y mentiría si no les contara que en cada visita uno  pensaba en el plan de contingencia para la evacuación de la zona en caso de que la situación se nos fuera de las manos.
Pero yendo al punto, Mataderos era territorio de la Federal y como que uno se sentía un poco más seguro.
Colgado el cable y armadas las consolas, la cuenta regresiva comenzaba a la espera del inicio del horario de transmisión.
Desde abajo, en vestuarios, y con otros sesenta metros de cables tirados, nos decían: "...no se puede entrar, está recién pintado de verde y negro y la pintura está fresca, el olor es imbancable...".
Chicanas de la época, léase: no te la vamos a hacer fácil...
Pero el "Beto" Pascutti, loco y descarado líder de esa banda, entró fumando y al ver las condiciones del espacio , salió a mostrarse a los plateístas locales para que se cansaran de insultarlo y agotarlos para la hora del partido. Para colmo, más lo puteaban, más besaba el escudo y les devolvía los insultos. Claro que no estaba solo, qué nenes: Espíndola, Nardozza, Stagliano, Lara, Herrera, Ledesma...como para nombrar alguno. Con esos tipos la guerra la gano yo...
Es que a partir de la segunda parte de ese campeonato, uno iba a todos los estadios sabiéndose ganador, nunca éramos visitantes, por la gente que acompañaba y por estos apellidos que copaban todas  las paradas. Así entre otras batallas, se ganó y festejó delante de la cara de los hinchas de Chicago o Chacarita. El derrotero de triunfos visitantes de aquel plantel fue Caseros, Ituzaingó (en el viejo Urbano), Témperley, Villa Raffo, Rosario (Central Córdoba) y los dos ya mencionados: Mataderos y Villa Maipú.
Hoy, 27 años después, otros apellidos que quizás  ni habían nacido en el '90 nos transmiten la misma sensación y transitan los mismos pasos. A nueve fechas de la gloria, a nueve escalones del sueño postergado, a nueve latidos del ascenso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios son bienvenidos. Pero para referirte a personas que tienen nombre y apellido, tené a bien poner tu propio nombre y apellido junto a tu dirección de mail al final de tu mensaje. Este no es el foro para acusar o hablar despectivamente de nadie, sin firmar.