lunes, 3 de julio de 2017

No aprendemos más

Las alegrías del ascenso luego de 27 años no pudieron zanjar nuestra grieta. El durísimo discurso de Alberto Meyer durante la Cena de Los Campeones dirigido a los "ausentes" de esa noche fue algo previsible y por momentos desafortunado.
Meyer en su afán meteórico de reunir fondos para cumplir con lo prometido (el ascenso ya lo consiguió y ahora le falta parte de los premios), consiguió que la empresa concesionaria del buffet y la confitería del estadio le donara una cena completa para trescientas personas con show incluído. La cuenta del Presidente fue sencilla, colocar las entradas y reunir por lo menos doscientos mil a cuenta de premios. Y digo doscientos porque en el medio de los invitados estarían plantel y cuerpo técnico junto a sus familias.
Un poco por la cercanía del evento y otro porque desde muchos sectores decidieron no concurrir, la cantidad de tarjetas vendidas fue muy escasa.
Las dos carpas instaladas para la ocasión mostraron un lleno parcial de no más de ciento cincuenta comensales. Inclusive  integrantes del plantel faltaron con aviso (algunos ya habían viajado). Otros, miembros de Comisión Directiva, también pegaron el faltazo por distintos motivos.
Y como decía la abuela, "...las cosas apuradas salen mal...", en este caso mal no salió pero la asistencia fue menor a la esperada  y no se llegó al objetivo.
Pero ahora lo más importante. ¿Qué fue lo que pasó y por qué?.
Evidentemente Alberto Meyer tiene una gran ascendencia sobre el socio común (por eso ganó ampliamente las elecciones) pero despierta distintos tipos de odios sobre aquellos que también son socios pero participan activamente en la vida política del Club.
Y en este punto vuelven a encenderse las "hogueras de las vanidades", porque hasta aquellos que se autoproclaman populares y de bajo perfil, no lo tienen.
Hablar de una "cena en contra de la dignidad del hincha" es creerse el dueño de los principios morales de cómo debe o no hacerse una fiesta en el Club. Y por el otro lado la frase "...este plantel se merecía mucho más que un choripán..." es totalmente innecesaria en un Club que tiene una gran diversidad cultural y cada uno elige dónde se siente más cómodo.
Si el Club decide agasajar al Plantel e invitar a las empresas que aportaron durante todo el año, ¿cuál es el problema?.
Pero todas estas miserias saltan a la luz producto de viejas historias que nunca pudieron resolverse.
Meyer apareció nuevamente en la escena  y con una Comsión Directiva que él mismo eligió, destrozó en los comicios a las otras tres agrupaciones, incluyendo a la oficialista que se autoproclama desde alguno de sus integrantes como los hacedores de este ascenso.
Cuando Meyer tomó la decisión de ser candidato tenía muy en claro que esta aventura le iba a costar unos cuantos dolores de cabeza y muchos más miles de pesos. Así y todo continuó con la historia y al cabo de un año consiguió su materia pendiente: el ascenso.
La intención del Presidente de juntar a todos bajo un comité de fútbol para que sus opositores también formaran parte de la historia fue tomada por la mayoría de estos como un pedido de ayuda mientras que otros entendieron que la intención era a futuro para el Nacional B que se venía.
Pero la "rosca" interna que va y viene cualquiera sea el presidente parece no tener fin. Recuerdo a Machado - Urbano, Toschi - Capurro, Toschi -Meyer, Spina - Meyer, Meyer - y el presente. Tampoco quiero olvidarme de la salida de Alberto Meyer de su último mandato y la asunción de Jorge Ruiz, en donde sus laderos proclamaban: "...el club vuelve a ser de sus socios y de sus hinchas...". Creo que no hace falta que les cuente cómo terminó la historia.
Es que nuestro Deportivo Morón tiene un gran conflicto interno que un plantel de psicólogos no podría resolver: "...nos creemos los más grandes, queremos vivir a lo grande, soñamos con las estrellas pero a la corta o a la larga, que la pague otro, ya que somos un grupo de grandes soñadores sin capacidad de gestión".
Y para aquellos que se creen ser los únicos dueños de este logro, les aclaro que soñar es lo más lindo y lo más fácil; llevarlo a cabo es lo que realmente da trabajo y esfuerzo.
Sentarse en una mesa con Walter Otta en Mar del Plata, mostrarle un proyecto, convencerlo, traerlo es una parte de la historia. Luego tenerlo cinco meses sin cobrar, también es parte. No se puede decir tan livianamente que el único error fue el económico, porque justamente ese es el error más grande. O en todo caso nos olvidamos de cuando el Tesorero Claudio Bertolé renunció porque no quería firmar más cheques a cambio del dinero que todos sabían de dónde venía y se hacían los boludos?. Claro, porque mientras ese dudoso dinero entraba al club, podíamos aunque sea por un rato, tomar aire y seguir con nuestro sueño del café y charlas eternas con la rosca del fútbol.
Y ya que hasta muchos colegas hablan de dignidad. ¿Qué es lo indigno en un Club que hasta tuvo como Presidente a Alberto Samid?. Un Club en donde a un jugador se le puso un revólver en la cabeza y por ende había gente armada dentro de sus instalaciones. Un club en donde pasaron un montón de cosas de las cuales en muchas oportunidades creímos y nos equivocamos y en otras tuvimos que dejarlas pasar por el bien general de todos?. ¿Es indigna esta Comisión Directiva que fue elegida soberanamente? ¿ O lo indigno es no saber aceptar lo que decidió el voto popular?
¿No puede el Deportivo Morón organizar una fiesta de mil pesos y una fiesta de doscientos? Si puede, claro que puede, porque de eso se trata. Desde un choripán hasta el plato más caro. Todos son dignos, porque no pasa por el valor del cubierto sino por el compromiso, la  responsabilidad y el amor  con que se hagan uno y otro. Y de esto tendríamos que aprender de nuestro técnico Walter OTTA, que comió choripán en el sindicato, guiso de lentejas en el Porteño y lomo al champignon el sábado. Porque Deportivo Morón es todos y cada uno en su lugar.

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